Esa noche, mirando las estrellas ...
Sin darme cuenta, me fui enredando más y más en la vida de esa chica, pasé a formar parte
de ella, no de la manera que quería… pero con solo verla feliz, y a mi lado me
conformaba.
Esas noches veraniegas mirando las estrellas resultaban ahora bastante obvias y nuestras
conversaciones también. Solo era cuestión de tiempo que esa “x” se despejara dejando el
resultado de una ecuación que a mi me parecía simplemente perfecta.
-
¿Y esa chica? - Preguntaba ella, a casi todas horas.
-
Pues, creo que todo va bien – Solía responderle yo.
-
Pero, ¿como es? - Siempre volvía a preguntar ella.
Esa noche, como cada otra, le revelé otro de sus hermosos datos, ella ya sabía que era
castaña, divertida, guapa, lista … sabía que podía seguir mil noches más diciendo adjetivos
que la definieran, pero para ella uno por cada noche estaba demasiado bien. Hice cálculos
y llegué a la conclusión de que dentro de varias noches ella adivinaría quien era esa chica
que tanto me hacía reír, que tanto se colaba en mis sueños, que tantas veces me había echo
volar y obviamente también me había echo caer de la nube en la que me había montado.
-
Pues, es muy loca – Dije esa noche, aunque ese no era uno de los adjetivos de mi
lista.
-
¿Loca?
-
Si lo piensas, sí.
Más allá en mis pensamientos continué mi frase: con loca me refería a que era capaz de
reír a carcajadas y hasta llorar mil veces solo en la mitad de tiempo, quinientos días. Que
tenía una imaginación desbordante, que la verdad, me encantaba. Que tenía esa típica
sonrisa siempre en la cara y que decía y hacía cosas que nunca se te habían pasado a ti por
la cabeza.
-
Venga, esta noche tienes que decirme otro.
-
Bueno – Cedí – Tiene unos ojos verdes que emanan un precioso brillo dorado.
-
Me he quedado igual, como si no hubiera gente con los ojos verdes por el mundo –
Dijo con ironía.
Me aguanté las ganas de decirle que los suyos eran únicos que con una solo mirada
llegaban a cambiar mundo, para ser exactos, mi mundo, que cada vez que se giraba y me
hablaba mirándome con esos ojos esmeraldas mi alma se derretía y mi respiración se
entrecortaba, pero estos detalles los guardé para mí.
Se tumbo en el césped húmedo y se acurrucó a mi lado. Miró las estrellas como si fueran
lo más hermoso de este planeta y supe que pensaba en alguien. Con tono melancólico
pronunció estas palabras.
-
¿Vas a decirme algún día quién es esa chica?
-
Tengo la esperanza de que algún día lo adivines.
-
Si tu supieras… cada mañana me levanto pensando en quién será la chica de la que
tanto me hablas, aquella que se tira todo el día en tu mente, cada noche me acuesto
pensando en quién estas pensando tú y por supuesto sé que es en esa chica, pero no
alcanzo a encontrarle una solución a tus palabras – sabía que este juego había
durado mucho y que por mí seguiría alargándolo más pero ella se cansaría.
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Impaciente.
-
¿Qué has dicho?
-
Que ella es muy impaciente.
Hizo caso omiso a mi comentario y cambió de tema. Me miró directamente a los ojos.
-
¿Sabes? A mí también me está empezando a gustar un chico.
No me dejo tiempo para responder.
-
Cada hora que pasa siento que necesito verlo, en menos de un minuto mis
pensamientos ya se han desviado y proyectan en mi cabeza sus ojos, su sonrisa…
no puedo parar de pensar que piensa de mí y sin embargo lo tengo cerca, muy cerca
y no soy capaz de decir un simple “te quiero”
-
Eso es porque esa persona te importa, porque no quieres volver a recoger los
pedazos de tu corazón de nuevo, porque ya te hicieron daño otra vez y ahora tienes
miedo.
Sabía que había cosas que no cambiarían jamás, que su corazón estaba empezando a
recuperarse pero que con un soplo podía volver a desmoronarse, sabía que ella estaba sola,
y que solo me tenía a mí, porque esas “amigas” habían tirado su disfraz a la basura tal y
como la habían dejado tirada a ella. Porque sencillamente a ellas no les importaba nada lo
que le sucediera a Nuria.
-
Te quiero – dije seguro de que a ella que tanto daño le habían echo, no me podía
hacer daño alguno.
Y esas lágrimas que tanto me había esforzado para que no se derramaran, empezaron a
surcar su cara, esta vez no hice nada por evitarlo, me limité a sonreír porque sabía que ya
era hora de que volvieran a caer lágrimas de alegría que parecían haberse extinguido en
estos últimos años.
¡Qué bonito! Ánimo, que con esto se puede hacer una buen relato largo ^^
ResponderEliminarUn saludo
Me ha llegado Luisa :) me tienes intrigada!
ResponderEliminarPues hacer lo que es hacer no se puede, porque ya esta terminado desde antes de empezar el verano jaja :)
ResponderEliminarGracias por leerlo y sobre todo por dar vuestra opinión ^^
¡Os echo de menos!